Por mucho que lo queramos esconder, el aficionado al fútbol está desesperado, desesperado por encontrar esa figura referente de masas de niños y, ¿por qué no decirlo? de adultos. Ese jugador por el que pagarías una entrada únicamente para verle a él, por el que invertirías un par de horas de tu día, el que te eriza el vello, el que te saca una sonrisa cada vez que contemplas una de sus numerosas genialidades, el que saca tu lado más efusivo, el que provoca que te empiece a apasionar este maravilloso deporte.
Para muchos ese nombre es Leo Messi, Cristiano Ronaldo, Johan Cruyff, Antonio Di Stéfano, Pelé, Diego Armando Maradona, Ronaldinho, Ronaldo Nazário, Zinedine Zidane, Juan Román Riquelme, Jay-Jay Okocha, Dennis Bergkamp, etc. Todos ellos han marcado décadas y, sin ninguna duda, han cambiado significativamente lo que conocemos hoy como el balompié. Gente que ha influenciado a miles de personas, ya sea por su procedencia por un equipo en el que han jugado, por su estilo de juego, por los valores que representan, por su carisma, por su carácter… Son muchos los aspectos a tener en cuenta.
Pero con todo esto no quiero decir que actualmente no haya estrellas, lo que quiero decir es que el fútbol de hoy en día es muy cuadriculado, táctico, perfecto e incluso demasiado estudiado. Ha perdido gran parte de la autenticidad que tanto le caracterizaba. Ya no hay jugadores que te levanten del asiento/sofá, y los que siguen activos están venidos a menos, ya sea por su edad o por otras circunstancias como los ya mencionados Messi y Cristiano, Özil, Neymar, Di María, Isco, Ribéry… Y los cracks emergentes que ya conocemos, todos estamos de acuerdo en que prometen muchísimo y que algunos dejarán huella en los anales de la historia, pero ninguno tiene esa personalidad, esa magia, esa chispa, esa determinación y ese liderazgo del que gozan todos los jugadores que he nombrado, y creo que esa es una de las muchas causas por las que el aficionado está desesperado, desesperado por encontrar algo diferente.