Prueba, error; borrón y cuenta nueva. El Barça naufragó en una primera parte para el olvido y Xavi se vió obligado a sacar su par de ases que escondía en la manga. Y ganó. Y para ello necesitó suerte, oportunismo y talento. Pero su par de ases fueron quienes cambiaron la partida, y es que Pedri y Gavi no son cualquier cosa: son dos realidades competitivas, con un futuro más brillante aún. Son talento, descaro, personalidad. Son puro Barça. 

 

Xavi no se equivocaba con su símil entre el Levante y el Eintracht. Durante 45 minutos, el partido siguió la misma tónica que el de Europa. El Barça no sabía cómo sacudirse la presión de los levantinistas de encima, ni encontraba fórmulas efectivas de atacar las espaldas de los defensas rivales. Con Morales a la cabeza, el Levante supo cómo generale peligro a un Barcelona, al que solo Ter Stegen salvó de la goleada. La defensa sufrió, pese a un Eric García imponente y la delantera ofreció pocas soluciones. Pero, sobretodo, los culés se vieron muy superados en el centro del campo. Con menos ritmo, intencionalidad y inferioridad numérica, Nico y Frenkie no dieron la talla y Xavi decidió cortar por lo sano y reconstruir. 

 

Pedri y Gavi dieron el electroshock que el equipo necesitaba y, a partir de ahí, todo cambió. Ter Stegen, Aubameyang a centro de Dembelé, una genialidad de los dos diablillos de Xavi y un gol épico de Luuk De Jong en el descuento le dieron la victoría al Barça. Al final de la partida y contra todo pronóstico, la mano ganadora fue la de Xavi. Una mano que, sin su par de ases en la manga, Lisci no podía igualar. 

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Autor: Jon García Casado